A la sombra de “negociaciones”, se construye un dictador

Detractores y aduladores de los hermanos Ortega (Humberto y Daniel), han escrito, validado y admirado lo que en otros tiempos era una virtud: saber negociar en política; o definido en la actualidad como “resolución de conflictos”. Esta “cualidad” o “bandidencia”, en el léxico nicaragüense ha quedado como parte del recuerdo, parece; no de la memoria pues nadie quiere hablar de ese pasado en el que moros y cristianos, metidos en política, han estado involucrados y que el resto aprobaba y se legalizaba, desde quien ostentaba poder.

Esa “cualidad de negociación de los hermanos Ortega”, primero, y del “comandante”, después. Así: comandante, pues como decir: “la embajada” y ya se sabe a quién o qué se refiere, tiene su historia patria.

Traemos a colación esta historia de los procesos negociadores en los que estuvieron inmersos estos señores desde la época del último Somoza (1925-1980), debido a que parece que echamos de menos esta “capacidad o disponibilidad loable de éstos hermanos en el actual contexto”.  Todos, los que tienen poder y los que no, desean, suplican que el “comandante”, negocie para que haya una salida a la crisis política, profundizada a partir de abril 2018.

Sí, a eso nos hemos acostumbrado, a implorar una negociación desde la primera que encabezó el FSLN cuando, en 1974, negoció con el dictador Somoza para liberar de la cárcel al actual dictador Ortega; luego negociaron miles de dólares en 1978 y rescataron a varios presos políticos sandinistas que hoy son cómplices de que el país este preso.

En 1978, antes de la caída de Somoza, los Ortega, a quienes se responsabiliza de la primera escisión del FSLN, con la creación de los “terceristas”, también fueron los que encabezaron la negociación para la unidad con las otras tendencias de ese grupo guerrillero (Guerra Popular Prolongada, GPP y Proletarios) para la etapa pre insurreccional e insurreccional de 1979, según un ex preso político de aquellos años que era de la GPP y contó que a la cárcel llegaron las peticiones terceristas de unidad.

Poco antes de la derrota de la dictadura de Somoza, el primero que negoció y redactó la carta de su renuncia, fue Humberto Ortega. Y se vale preguntar, retrocediendo el tiempo, ¿todo estaba fríamente calculado por los Ortega? ¿hasta el poder de hacerle firmar la carta a uno de los dictadores más sanguinarios de la historia de América Latina?; ¿La caída de la dictadura de Somoza no era más que un quítate tú pa’ ponerme yo, como se pudo constatar después?

Cuando, dizque triunfaron, como suele decirse que los sandinistas derrotaron a Somoza, pues hasta eso además de negociadores, han sido ladrones no sólo de dinero y poder, sino, también de luchas, en julio de 1979: uno agarró la banda presidencial y el otro, las armas. Dicho de otra manera, “el que reparte y comparte se queda con la mayor parte”.

Toman para entonces, con el mote de “revolución”, el poder político, el Estado, las organizaciones gremiales y a todo apellidan: sandinista, pues sería mucho descaro poner “orteguista”, en el papel; pero, en la práctica todo empezó sutilmente a oler a Ortega, un apellido que antes del triunfo no se asociaba ni al Frente, ni a la guerrilla. Eran otros los famosos, no menos bandidos y mafiosos que los en mención.

Pero bueno, siguen negociando, en 1979, Somoza sale y queda el poder en manos del sandinismo, digo de los Ortegas: banda presidencia y armas. Dan inicio los primeros levantamientos armados en contra de la “revolución” y el conflicto preocupa a la comunidad internacional, quienes proponen una salida negociada y surge “Contadora” primer grupo de países que se organizaron para negociar con los sandinistas, pues, los Ortega, a través de emisarios o de ellos mismos, un proceso cargado de buenas intenciones para lograr una paz firme y duradera de una guerra civil, con vistos de conflicto suscrita en el diferendo Este-Oeste de aquellos convulsos años 80, pero que resultó en la práctica, en un levantamiento campesino, que desplazó, entre armados y civiles que huían del terror de la guerra a más de 600 mil personas; a otros niños urbanos, la “revolución” los envió a morir por “defender la patria”. En fin, la pregunta ahora en la distancia sería: ¿de qué se defendía la patria?, pero esa es otra pregunta para la posteridad.

Contadora no logró nada, sólo ser parte de una mesa diplomática y darle fama a los Ortega de banda presidencial y armas de que tenían voluntad de alcanzar “la paz con Estados Unidos” porque eran ellos los que invadían su “revolución”. Contadora fracasó, pero puso al sandinismo y su revolución como víctimas de una intervención norteamericana a nivel internacional.

Vino la negociación de Sapoá directamente entre cúpulas sandinistas que cumplían lo que decían los Ortegas de corbata en la presidencia y de arma en el ejército con el directorio general de la contra. Negociaron y ganaron, mientras mentían en una serie de cláusulas el respeto a la vida de los combatientes, en su inmensa mayoría de campesinos de la contra. Y los desarmaron.

Ganaron y después los aniquilaron, pero ya sin armas, como los cobardes hipócritas que han sido siempre: te tienden una mano como amigos y con la otra esconden el arma. La primera para que te desarmes y ya libre de peligro, te sacan la otra y te la ponen en la sien. Así ha sido, así es y así, será.

Pierden el poder en 1990, y sorprendidos, porque jamás se lo imaginaron, empiezan a negociar: que se quede el Ortega general, en el Ejército y el otro en las calles y con sus súbditos trabajando clandestinamente en todos los poderes del Estado y en las calles haciendo asonadas para negociar sus cuotas de poder y así no perderlo del todo: piñata (repartición de bienes del estado), cargos de altos mandos de la seguridad del estado en el ejército, cooperativas de buses, de tierras y un largo etcétera de prebendas que ya se conocen y dan para escribir varios tomos

Después, el hábil firmante, para muchos, negoció sus más preciados tesoros entre 1998 y 2000: la protección de inmunidad del Estado para no ser procesado por la acusación de violación de su hijastra, Zoilamérica Narváez y haber conseguido reducir al 35% la opción de votos para ser electo presidente…y el resto del cuento ya lo sabemos. Negoció con sus detractores de Movimiento Renovador Sandinista (MRS) en las elecciones municipales del 2000 para compartir alcaldes; pidió perdón a la iglesia católica, a los ricos por sus confiscaciones, a los gringos por su antiimperialismo, entre otras. Y así entre negociación y negociación fue presidente nuevamente en 2007.

Pero, la feria de las negociaciones del Ortega de banda presidencial se vio seriamente afectada cuando su recién esposa por lo eclesiástico, puso la violación de su hija en la mesa de negociaciones entre ellos para llegar a ser esa figura aberrante y vergonzosa para un país que por el hecho del parentesco y de solapar el abuso, negoció el poder absoluto a su familia, con suerte de mando de mafias: la libertad y el destino de 6.4 millones de nicaragüenses presos incluyendo a sus defensores en su propio país, desde 2007 hasta la fecha. Después de 2018 tan rehenes son ellos como el resto de mortales nicas…y en ese impase nos encontramos desde hace tres años y dos meses.

¿Dónde está ahora el negociador estrella que le dobló el brazo a quién se le opusiera? ¿Será que puede negociar con su consorte su renuncia como hizo su hermano con el dictador Somoza?; ¿Será esta la única esperanza posible que alguien de otro apellido pueda negociar con un Ortega?, porque a todo el que negocia con ellos, les ha dado jaque mate durante más de 50 años. ¿Será que su esposa doña Chayo Murillo les está dando ahora el jaque mate a los hermanos Ortega?, pues como dicen que Arturito (Arturo Cruz recién famoso por su aspiración a la presidencia para las elecciones de noviembre 2021) es el ungido del Ortega de las armas y apermisado del Ortega de la banda presidencial…y recientemente preso por atreverse a querer ser presidente, botando así el argumento que el Ortega presidente lo quería de contrincante para utilizarlo de mampara como opositor.

¿Será que sólo un Gorbachov criollo, que mal que bien permitió la desaparición de la ex Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, URSS o la muerte del negociador tirano nos salve a este pobre país de esa lacra llamada sandinismo?

Digo, por aquello de los ilusos que esperan una “negociación” a lo orteguista de los años 80,90 y parte de los 2000, en donde todos, los que ostentaron y ostentan poder, sin excepción creyeron y cayeron en sus garras. Eso de que todos somos culpables de que el tirano, entre un periodo y otro tenga 24 años como presidente, no es justo. Siempre se sintió el antisandinismo como una mayoría en este país. Muchas veces demasiado silencioso y otras con mucha fuerza como en el levantamiento de abril 2018 que lo que unía a la gente era la caída del sandinismo y que ha quedado en un pleito entre sandinistas de un lado y del otro.

El diálogo de mayo de 2018, devenido en una pantomima grabada en público fue la última broma que gestó el orteguismo en su afán de demostrar ser un gran negociador. Muchos creyeron, otros no mucho y otros nada, pues como dijo un médico en 1979: “me voy porque la revancha es peor que la caída de un dictador”, y así fue después de abril 2018, no ha habido un día de paz, sólo de revancha.

Viendo hacia atrás parece que todo estaba fríamente calculado y los Ortega y ahora la consorte del presidente, se siguen salieron con la suya. Si vuelven a ganar o robar los comicios de noviembre 2021; o si no hay elecciones, habrá orteguismo para rato o hasta que surja un nicaragüense más mafioso que los Ortega y ahora Murillo, que les pueda ganar, este país cambiará…de dueño.

Ah y para no olvidar, la palabra negociación, Ortega prometió “negociar”, después de las elecciones; es decir, después del fraude cuando él gane.