“No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca. El tiempo que fue sigue latiendo, vivo dentro del tiempo que es, aunque el tiempo que es no lo quiera o no lo sepa”
Eduardo Galeano
Nicaragua es una eterna dictadura. Desde su independencia en 1821, hace apenas doscientos cuatro años, este país no ha podido construir una nación con un estado de derecho sólido que respete la autonomía de los poderes que conforman el modelo de democracia que se impuso desde que dejó de ser parte de la colonia española.
La democracia que defiende Nicaragua en su Constitución es igual a la del resto de países de la región: “derechos humanos y libertades civiles; igualdad; acceso al poder y participación política, a través de elecciones libres y periódicas; libertad de expresión y asociación; el imperio de la ley y la garantía de un tribunal independiente e imparcial para impartir justicia”.
Sin embargo, partido de gobierno versus oposición partidaria, ha sido la dupla histórica del mundo moderno y postmoderno que defiende occidente y del cual es parte Nicaragua. ¿Quién lo dispuso así?, otros; pero hasta este momento no se ha creado otro modelo que defienda los derechos humanos de la ciudadanía y su amparo para tomar el poder.
Nicaragua no es la excepción y cuenta una historia peor: la “oposición democrática” lleva casi un siglo acompañando y fortaleciendo dictaduras. Y aunque el país cuenta con una Constitución democrática, se sigue la norma occidental en el papel; pero en la práctica, partido de gobierno y oposición partidaria han cogobernado desde sus élites a una población a la que se le han negado los derechos humanos escritos en la Carta Magna. A este binomio de poder se le ha llamado “democracia participativa”.
Negociaciones opositoras: una práctica de sostén de dictaduras
Con la dictadura somocista se creó una oposición conformada por el partido conservador, quien negoció cuotas de poder para el sostenimiento de ese dominio autoritario, una alianza que se conoció popularmente en los años sesenta y setenta, del siglo pasado, como Kupia Kumi que en lengua misquita (grupo indígena que puebla la zona del litoral oeste del mar Caribe nicaragüense) significa “un solo corazón”. Esta sería la estrategia que seguirían posteriormente los gobernantes, que incluso lucharon en contra de la autocracia militar de la familia Somoza.
Si se observan los últimos 18 años de poder que lleva el sandinismo, con Daniel Ortega a la cabeza, otrora líder de una izquierda que cambiaría el modelo libero conservador de Nicaragua que había prevalecido desde inicios del siglo XX, han cambiado los actores, no así la posición que gobernantes y opositores ocupan en el ejercicio del poder “democrático” que únicamente ha fortalecido el autoritarismo como sistema político.
Veamos desde la actualidad hasta el inicio del auge del liberalismo en Nicaragua a inicios de 1900, qué es igual: toma el poder el partido liberal, por las armas en 1932, luego de una guerra civil en un país que ni siquiera había sostenido un ejército nacional, sino que ambos partidos tenían sus peones que peleaban por uno o por el otro. El ganador negociaba y el opositor obedecía. Así comenzó la dinastía de la familia Somoza de corte liberal (1934-1979).
Durante estas cuatro décadas y media, el partido opositor (conservador) que ya había gobernado durante 30 años (1857-1888), fue el aliado número uno de la dinastía. En medio, hubo levantamientos armados, civiles, estudiantiles, sindicales para erradicar a la familia Somoza que también era dueña de la Guardia Nacional.
Apuesta de la ciudadanía en lucha por deshacerse del totalitarismo
Miles de ciudadanos murieron defendiendo el derecho al voto, a la democracia, al levantamiento del permanente estado de sitio, entre otras formas de represión, pero la élite opositora no hacía eco de esta disponibilidad de la población por luchar en contra de la dictadura de entonces.
El nicaragüense promedio ha sido un personaje al que no le gustan las dictaduras, como dijo un afamado periodista mexicano, pues siempre ha puesto los muertos por luchar por un modelo que desconoce, pero sospecha que será mejor que en el que ha vivido: la democracia. Ha puesto su vida para que sus descendientes puedan tener una República.
Sueñan en grande por hacer de su pequeña economía un referente regional que les devuelva lo que nunca han tenido, a pesar de trabajar incansablemente y autogestionar su modo de vivir. Nunca han padecido hambre; en ningún tiempo se han rendido a ser reconocidos como buenos profesionales en el exterior; a pesar de tantas veces expulsado por razones políticas no tienen fama de malandros ni oportunistas. Todo esto a pesar de la clase política de élite que ha fungido como la alternativa “buena” a las dictaduras.
No se han victimizado como pueblo, pues han demostrado con su sangre de qué valor le dan a lograr una libertad que engrandezca su país. Lo han hecho siempre y han sido derrotados por unos pocos que han ido heredando tanto el poder como la economía. En Nicaragua se hace cierta la afirmación sobre que la meritocracia no existe: “el que nace pobre, aunque trabaje de sol a sol muere pobre, y el que nace rico, aunque no haga nada, muere rico”. Este ciclo de lucha versus dictadura, que conduce a otra, ha sido una constante de generación en generación.
El último levantamiento contra la dictadura sandinista que ya lleva 18 años en el poder, después de 10 de revolución de izquierda en los 80 que dejó al país en la bancarrota, luego de una guerra civil en contra del modelo represivo de la revolución sandinista y otros 16 años como opositor negociador durante los gobiernos neoliberales (1990-2006) que dominaba los poderes del Estado, a excepción del Ejecutivo (pues el pueblo votaba en contra de ellos) y las fuerzas de orden público y militares, ha representado lo peor que le ha pasado al país.
Familias dividas por exilios forzados y voluntarios; encarcelamientos sistemáticos no solo a los opositores de a pie, sino también a su propia gente; inestabilidad laboral, social, y un sinfín de métodos represivos que mantienen en vilo a una población vigilada desde sus viviendas.
Otra generación que se levanta y pone sus muertos por la libertad, mientras la oposición legal le da la espalda
Desde el 2018, el terror desde el estado sandinista se ha hecho de la gente y se han desarticulado las redes de apoyo sociales, económicas y de solidaridad con las que contaba la población para contrarrestar el sistema imperante.
La autollamada oposición, aglutinada en partidos que han repuesto a liberales y conservadores de antaño, son los mismos con distintos nombres a partir del ascenso del sandinismo en los años ochenta cuando se derrocó por las armas al somocismo y planteó un modelo en el discurso, socialista, pero con prácticas de las élites que han gobernado ese país y se definen como de derecha.
Según el discurso el sandinismo gobernante es de izquierda dura como la cubana o la venezolana, con la diferencia que gobiernan con el modelo y seguimiento del Fondo Monetario Internacional y demás organismos multilaterales y con la venia del gran capital que ha crecido en los años de gobierno sandinista, quienes son parte del pastel de la economía nicaragüense.
No hay datos sobre en manos de quién se sostiene la economía, pero se sabe que los principales rubros son el oro, el café, la exportación de carne y las remesas de la diáspora.
En este contexto, la economía no se puede decir que ha colapsado, pero sí los remanentes aliados llamados opositores, a quienes el régimen ha exiliado, haciendo eco del método cubano que se deshizo tempranamente, cuando triunfó la revolución de ese país, de toda disidencia.
Esta práctica el sandinismo en el poder la hizo efectiva desde el 2018 posterior al levantamiento popular en contra del régimen que provocó más de 350 muertos y el estado fue acusado de crímenes de lesa humanidad, sin que a la fecha nada se haya logrado para dar al traste a este sistema.
Una vez más, ingenuo y soñador el pueblo que creyó poder botar cívicamente al sandinismo, el que respondió con armas y dejó, otra vez, en la historia del país un reguero de sangre por la libertad, que no ha parado desde 2018 a la fecha.
Ningún autoproclamado opositor partidario fue asesinado por el régimen, sí ha matado indirectamente a antiguos compañeros sandinistas y otros civiles luchadores de derechos humanos; mientras mantiene en la cárcel y desaparecidas a más de 70 personas de las que no se sabe nada.
Una oposición que se acomoda en el exilio a hacer proselitismo de saco y corbata
Mientras todo esto ocurre, como en el pasado, los llamados opositores en el exilio de pasarela, de saco y corbata, como antes, discuten sobre quién en el ungido para derrotar al sandinismo y representante en el poder por: Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Entre discursos a una salida al régimen de Nicaragua, reuniones con presidentes aliados, participación de foros de alto nivel, no logran congregar una propuesta que ponga en jaque al régimen que cumple más de siete años gobernando con una pistola en la sien de cada ciudadano.
¿Qué pasa con el caso de Nicaragua que no logra poner en jaque al régimen a pesar de las acusaciones internacionales? ¿Se estará convirtiendo la élite dizque opositora exiliada en un modus vivendi?; ¿Acabará el régimen únicamente con la muerte de los tiranos o caerá por su propio peso ante la serie de asesinatos de exsandinistas de renombre?
Nadie se siente representado por este grupito de opositores que tienen en su historial de vida una serie de acciones que en el pasado celebraron las políticas del régimen actual hasta ser despojados de sus derechos y bienes por la pareja gobernante (Daniel Ortega y Rosario Murillo).
¿A quiénes representa la actual oposición en el exilio? ¿A los mismos de siempre? Una oposición que cuando el pueblo se levantó y luchó en las calles en contra de las balas del régimen, quiso ir a las elecciones presidenciales programadas para el 2021, haciendo caso omiso que con ese acto validaba a la dictadura sandinista.
La estrategia del exilio practicada por el sandinismo muestra a un liderazgo opositor bien vestido y bien comido
La estrategia del régimen fue dejarlos correr con sus propuestas de candidatos y su proselitismo y una vez cerca del periodo electoral les quitó las personerías jurídicas, las pocas alcaldías que gobernaban algunos partidos, les echó preso a los dirigentes y posteriormente los expatrió.
A lo interno, despojó a la Corte Suprema de sus funciones, a la Defensoría Pública, y a todos los entes de los poderes del Estado los alineó al Ejecutivo, una práctica de los regímenes totalitarios que incluso el sandinismo de los 80 habría practicado también.
El modelo de la supuesta democracia de los años 90 y parte de los 2000, habría logrado separar los poderes del Estado e intentado crear un estado de derecho que permitiera al país acercarse a un modelo de democracia participativa, pero no cambió las estructuras militares creadas por el sandinismo de los 80, quienes siempre se mantuvieron fiel al partido sandinista.
Esta incipiente democratización del país fue aprovechada por el sandinismo opositor de entonces para hacerse nuevamente del poder y no dejarlo más. No ha habido un solo año, un momento en la historia de ese país, que su población haya descansado de luchar en contra de esta y de las anteriores dictaduras.
¿Iguales escenarios de salida como en el pasado?
El refrán: “los pueblos tienen los gobiernos que merecen”, en clara alusión a la población nicaragüense que muchos analistas acuñan para entender el fenómeno de Nicaragua y sus dictaduras, es tan injusto, como que todos los alemanes son nazis, o todos los israelitas son sionistas, o todos los estadounidenses son como Trump y un largo etcétera.
De todas maneras, como siempre el tiempo tiene la última palabra, pero como dice el dicho popular: “por la víspera se saca el día”. Y ya pasó antes. Veamos estos posibles escenarios.
Escenario 1. La dictadura partidaria ex revolucionaria, fue sustituida por un orden dinástico de la familia Ortega Murillo, quien se robó el nombre del partido sandinista. Todos los siete hijos representan a sus padres en los entes más importantes del sistema de gobierno, en el que todos los poderes del Estado se aglutinan en el Ejecutivo. Podrán gobernar sin sus padres, es la pregunta del millón; ¿podrán gobernar sin alianzas en el Ejército creado por el sandinismo de los 80?, veremos.
Escenario 2. Como ha sido históricamente, la autollamada “oposición” que hereda sistemáticamente para existir de dar apoyo incondicional a los regímenes dictatoriales, logra negociar un candidato y se enfrenta a: tener que negociar la presencia del sandinismo como partido; apoyar su frágil poder en un ejército que ha demostrado claramente estar del lado de sus creadores; cómo logrará transformar los poderes del Estado que han sido manejados y dirigidos desde 1900 por la mayoría sandinista como partido.