Por: Carlos Quinto
Mientras a todos en el mundo nos iba bien o mal según nuestras circunstancias, desde China y sin amor, se desató sobre nosotros la más inesperada, artera y mortífera peste de lo que va del siglo.
Además de las consecuencias médicas y financieras (ambas aún lejos de alcanzar su potencial de daño), documentadas ad nauseam, urbi et orbi por todos los medios y magnificadas obsesivamente por cuanto primate circula por ahí con acceso a un teclado, existe otra dimensión de daño gigantesco, convenientemente disimulado que puede causar perjuicios irreversibles.
Si las consecuencias médicas y económicas han comprometido nuestra salud y prosperidad, las consecuencias políticas van a acabar con algo igualmente precioso: nuestra libertad.
La peste produce pánico y no hay factor que facilite más la imposición de un control totalitario que el pánico. Más aun cuando es planificado, impulsado y sacado fuera de proporción desde el poder.
Al infundir pánico, la peste genera también inseguridad. La inseguridad dispara el ansia por buscar protección, aunque solo sea percibida. Esta situación ha sido cínicamente explotada por regímenes políticos y poderes facticos que, sin tener respuestas ni soluciones reales, refuerzan su poder ofreciendo cínicamente una protección que no pueden garantizar.
La peste ha hecho retroceder el espacio de libertad social y personal a extremos dignos de película de ficción catastrofista. No estamos tan lejos del control irracional de Fahrenheit 451 aunque algunos no lo vean todavía.
La cesión dócil y sin ninguna resistencia ni cuestionamiento de nuestras libertades básicas, no tiene precedentes históricos. Ni la represión totalitaria más feroz ha producido un borreguísimo colectivo similar.
Como en el Flautista de Hamelin, países enteros se han sometido y siguen ciegamente el capricho y dictado de charlatanes ineptos y oportunistas sedientos del poder absoluto en nombre de la salud y del bien común, aspectos que nunca han sido las prioridades de los dirigentes del coro histérico que son de otro orden y siguen otra agenda.
Desde funcionarios de organismos internacionales de salud corruptos y criminales puestos a dedo no por méritos ni por competencia pertinente, sino por influencia, hasta dirigentes políticos «democráticos» demagogos metidos en problemas, pasando obligatoriamente por los dictadores de siempre que se frotan las manos ante esta oportunidad de acentuar su dominio, el mundo entero ha sucumbido al surgimiento de un verdadero nuevo orden mundial tenebroso.
Ejemplos abundan.
En Nicaragua, la peste ha sido una bendición para la mara opresora sandinista. Les permitió rematar la ya declinante desmovilización popular, usar los recursos (donaciones y servicios médicos en particular) con fines partidarios y lograr que la poca y muy marginal atención que su bestialidad atávica sanguinaria atraía internacionalmente desapareciera, dejándolos disfrutar de impunidad y manos libres totales. Cierto que no todo es color de rosa para ellos. La economía ha sido golpeada, lo que impidió que este año la caída se estabilizara y un modestísimo crecimiento se diera en 2021. Bye bye a eso.
Cierto que han perdido algunos cuadros entre sus filas, pero, así como en el aspecto económico les interesa más el estado financiero de su mafia familiar que la economía del país, en medio de su deshumanización, sus muertos son solo fichas descartables y remplazables (el hecho que la única cualidad que cuenta para ellos es la obediencia no el talento lo confirma). En ambos casos se dan por satisfechos con que sus enemigos están peor.
En los EEUU la peste se ha vuelto un arma política arrojadiza con fines propagandísticos por todos los bandos. La verdad es irrelevante, los hechos no importan y lo que único que cuenta no es buscar una solución sino a quien culpar con los 2 ojos puestos en las elecciones de noviembre.
En España, un país desgobernado por un engendro corrupto de inspiración castro-chavista llegado al poder por medio de una coalición de marginales extremistas, la peste también ha sido una bendición para el régimen que no ha perdido un minuto en continuar desmantelando las instituciones democráticas y el estado de derecho, insidiosamente amparado bajo la sombra de un estado de emergencia abusivo e intencionalmente manipulado. En lugar de gobernar responsablemente, el régimen Psoe-Podemos se ha dedicado a la represión, agitación y propaganda mientras el decrecimiento del país es el peor de Europa, así como el número de infecciones y muertes las cuales esconden en decenas de miles. La peste ha servido para enterrar la democracia en España.
Aun en países con credenciales democráticas impecables, la peste ha erosionado y degenerado el estado de derecho. En Canadá, un acorralado, vanidoso y arrogante Trudeau, sitiado y rodeado política y legalmente por sus conflictos de intereses, faltas graves de ética y manejos financieros que beneficiaron a familia y amigos, aprovechó ni corto ni perezoso la peste providencial para él. Lo primero que hizo fue clausurar los debates parlamentarios donde lo iban a rostizar y provocó — en medio de un silencio ensordecedor por su control de los medios–, un déficit financiero apocalíptico del que la economía del país tardará décadas (si es que lo logra) en recuperarse repartiendo alegremente billones sin fin dirigidos a beneficiar a su base electoral y de apoyo mediático.
…los ejemplos abundan, el tiempo no.
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La peste abrió la puerta del infierno y salieron los demonios
La carrera por la vacuna da escalofríos. La prioridad no es la seguridad sino la obtención de las utilidades financieras más colosales jamas obtenidas. Se están sacrificando plazos de periodos de investigación, pruebas representativas e imponiendo plazos de marketing, financieros y políticos. El calendario lo establecen políticos y financieros, no investigadores ni científicos médicos. Todos sabemos las consecuencias desastrosas de tomar atajos en la investigación médica.
Encima de las crisis pre-existentes, la peste arrolladora vino a magnificar problemas globales sin oposición alguna.
La ligereza con la que se ha tomado la supervivencia de la especie es atroz. Tiempo de despertar y actuar porque en un proceso de aceleración exponencial de crisis, la próxima está a la vuelta de la esquina.
A nivel individual y colectivo hay que denunciar y oponerse resueltamente a esta amenaza total y al abuso del virus como excusa y coartada totalitaria
El blanco a atacar clínicamente es la peste, pero socialmente es el sistema tiránico de gobernanza social el objetivo a abatir.
Mis disculpas a aquellos que encuentren estas reflexiones alarmistas y apocalípticas provocándoles insomnio. Pero si aprovechan esas horas en blanco para pensar y prepararse para la acción, mi mensaje habrá pasado.