Por: Carlos Quinto
El fracaso total de los políticos tradicionales a lo largo de nuestra historia, su venalidad, su incompetencia, su ceguera y su falta de patriotismo ha creado una comprensible aversión a todo lo que huela a política, a salvadores iluminados y a momias recicladas.
Este desprestigio irreversible de la casta política corrupta es consecuencia de su responsabilidad directa en haber mantenido el país por casi 200 años en un retraso abismal, hoy degenerado en estado fallido.
Es natural que exista una resistencia a liderazgos fuertes y que algunos lleguen al extremo de creer que esta cacofonía “opositora” sea -aparentemente, porque en la práctica sí hay cabecillas en la sombra-, un movimiento “sin líder definido” con un tipo de dirección colegiada.
Nada más lejos de la verdad y nada más peligroso porque la ausencia de un líder HONESTO, carismático, inteligente, instruido, conocedor del mundo, multilingüe y patriótico sin compromisos ni deudas con poderes facticos ni intereses extranjeros, juega en favor de la dictadura y de sus socios y cómplices empresariales, verdadera mano que mueve la cuna de la “oposición oficial” usurpadora. Ninguna hazaña humana ha sido lograda sin liderazgo y dirección.
Esperar esas características de un líder nacional no es elitismo, es básico para tener una oportunidad de progresar con alguien capaz de manejar un estado moderno en el siglo XXI, que comprenda y sepa manejar asuntos complejos y relaciones internacionales con dignidad y decoro.
Quien crea que esas características solo se encuentran en candidatos que representen o impuestos por la oligarquía se equivocan. Hay numerosos candidatos en el exilio o dentro del país que podrían cumplir honorablemente ese rol.
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Para la estructura del poder existente, que no se limita a la dictadura sino también a la mafia empresarial sobre la que se apoya, esos candidatos son peligrosos porque representan el cambio que no quieren, la refundación del país. Por eso es que son marginalizados, aislados y se les bloquea toda plataforma que les pueda dar visibilidad. Esa marginalización incluye a los medios de comunicación principales, superficialmente de oposición, pero, comprometidos en el fondo con el poder factico empresarial. Esos que quieren cambio de nombres, pero no de sistema.
Esto sumado a la reciente maniobra de la dictadura de abrir la cripta de ultratumba de momias políticas (Álvaro Robelo, Vidaurre y cadáveres políticos similares) para crear más confusión en una ya de por si caótica “oposición” nominal, porque ninguno de esos espectros del pasado tiene nada que ofrecer y lo único que buscan es un último turno al bate para saquear.
Pasemos a repasar el panorama desolador de los “opositores” de primera línea. Descartando por razones obvias a aquellos comprometidos con la dictadura y testaferros de sus socios empresariales, exministros, altos funcionarios, exquiebra bancos de gobiernos pasados corruptos ya manchados más allá de cualquier redención, ¿encontramos a alguno, a uno solo que responda a los criterios antes detallados?
La respuesta es NO. Ni uno solo, y el único que entiende como debe funcionar un estado moderno (Maradiaga) ya se plegó y tiró la toalla convirtiéndose cómodamente en un apéndice más de la hidra “opositora”.
Entre todos ellos, ¿Hay alguno que destaque por tener una personalidad y carisma excepcional así como convicciones humanistas que inspiren confianza y RESPETO?; ¿Hay alguno que tenga una visión política definida propia y que proponga algo novedoso y concreto?; ¿Alguno de ellos cuanta con experiencia en tomar decisiones políticas no convencionales, contracorriente y audaces en beneficio general de la población?; ¿Alguno de ellos es orador elocuente, coherente, articulado y motivador capaz de movilizar por la fuerza de su prestigio, reputación y carácter a un electorado indiferente o persuadir a oponentes con argumentos de peso?
De nuevo, la respuesta es un ensordecedor NO. Lo único que los une y tienen en común es su sobredimensionada y desmesurada avaricia y ambición personal de las que han dado abundantes pruebas en el pasado y que, -cada vez que abren la boca-, siguen manifestándolas con un descaro escalofriante y escandaloso. Gallina que come huevos…
Ni la más poderosa imaginación es capaz de visualizar a ninguno de los testaferros puestos a dedo por el capital ni a los herederos de clanes retrógrados tradicionales en el rol de estadistas. Lo que necesitamos es justamente líderes con estatura moral e intelectual de estadistas, que entienda de asuntos económicos y geopolíticos. Y que cuente con una profunda conciencia social como guía para la toma de decisiones.
Si el “relevo” de la monstruosa dictadura está basado en la actual camarilla usurpadora pagada por el capital, estaremos descendiendo a un abismo del que ya no habrá salida posible y enfrentando un futuro de miseria, desigualdad y desesperanza jamás conocida en la historia ¿Es eso lo que queremos?; ¿Estamos dispuestos a aceptarlo?